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DE MATEO

Obras de DE MATEO

FRAGMENTOS DE UN HORIZONTE HUMANO

Por Antonio Sánchez. Director y curador de 1819 art gallery

Esta colección presenta un diálogo intenso y profundamente contemplativo entre la humanidad y el entorno que la rodea. A través de una rica amalgama de estilos pictóricos, las obras exploran los umbrales del tiempo, la memoria y el espacio, sugiriendo una conexión intrínseca entre lo humano y lo natural. Estas piezas no son simplemente imágenes capturadas en el lienzo, sino fragmentos de un universo emocional y simbólico que se despliega ante los ojos del espectador.
Cada obra está dotada de una narrativa visual en la que la composición juega un papel fundamental. En piezas como aquella en la que una madre sostiene a su hijo en una barca, el peso emocional radica en las líneas suaves y fluidas que conectan las figuras humanas con el movimiento del agua. Este dinamismo compositivo no solo captura el flujo de la escena, sino que también introduce al espectador en un estado de introspección, donde la barca se convierte en una metáfora del tránsito y la resiliencia.

En contraste, las representaciones de paisajes con cielos encendidos y nubes tormentosas evocan un dramatismo casi teatral. Las pinceladas, a veces vigorosas, otras delicadas, construyen un ritmo visual que alterna entre la calma y la agitación. Como bien señala el crítico de arte John Berger: «El paisaje nunca es solo lo que vemos, sino cómo lo vemos», y en esta colección, los paisajes se convierten en un espejo emocional del observador.
La paleta cromática es tan rica como variada, oscilando entre los cálidos tonos del atardecer y la sobriedad de los fondos oscuros. Los naranjas y amarillos de los cielos transmiten la energía del sol descendente, una fuerza vital que se contrapone a la desnudez de los árboles secos, que parecen aludir a una naturaleza agotada pero aún resistente. Por otro lado, los tonos verdes y azules profundos evocan una conexión con la vida, el crecimiento y la regeneración.

El uso del negro como fondo en varias de las obras es especialmente significativo. Más allá de su función estética, el negro actúa como un vacío lleno de posibilidades, un espacio que, paradójicamente, da luz a los sujetos representados. Este contraste entre luz y oscuridad intensifica la carga emocional, creando una atmósfera donde lo etéreo y lo terrenal coexisten.
Las piezas cargadas de simbolismo invitan a una interpretación subjetiva y compleja. La figura materna, con su hijo atado al cuerpo, habla de protección y continuidad, un vínculo que trasciende generaciones. En cambio, los árboles despojados de follaje pueden leerse como un recordatorio de la fragilidad de la vida y la inevitabilidad del cambio.

Las imágenes repetitivas de hombres sentados con gestos introspectivos sugieren un estado de meditación colectiva. Sus poses, casi idénticas pero con variaciones cromáticas, remiten a un ciclo de pensamientos universales, una búsqueda constante de sentido en un mundo en transformación. En estos casos, la repetición actúa como un recurso tanto visual como conceptual, reflejando la monotonía y la singularidad de la experiencia humana.
La naturaleza, representada a través de hojas exuberantes o cielos en transición, se erige como un personaje central en esta colección. Mientras las figuras humanas están cargadas de emoción y significado, los elementos naturales son presentados como un telón de fondo lleno de vida y misterio. Esta relación dual refuerza la idea de que la humanidad no puede existir aislada de su entorno, sino que es parte de un todo interconectado.

El cuadro de un zanate tímido encapsula esta dualidad. El ave, con su plumaje azul metálico, es un símbolo de lo salvaje y lo libre, pero su postura introvertida sugiere vulnerabilidad. Esta yuxtaposición refleja una visión del mundo donde la fortaleza y la fragilidad están intrínsecamente entrelazadas.
Si hay un hilo conductor que atraviesa toda la colección, es la exploración del tiempo. Desde el ocaso de los cielos hasta las hojas que parecen perpetuamente verdes, cada elemento evoca una temporalidad específica. Los retratos introspectivos y los paisajes vastos invitan al espectador a reflexionar sobre la fugacidad de la existencia y el carácter cíclico de la vida.

En palabras de Gaston Bachelard, «el tiempo no es una línea, sino una serie de instantes suspendidos». Estas obras capturan precisamente eso: momentos que, aunque fugaces, contienen una riqueza emocional y simbólica que perdura.
Esta colección es, en esencia, un viaje visual y emocional que explora la conexión entre lo humano, lo natural y lo trascendental. Las composiciones equilibradas, la paleta cromática cuidadosamente seleccionada y los símbolos cargados de significado construyen una narrativa que no solo se contempla, sino que se siente profundamente. Cada obra actúa como un portal hacia un universo donde las emociones, la naturaleza y el tiempo convergen, recordándonos la belleza y la fragilidad de nuestra existencia compartida.

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