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Meritxell Carbó

Obras de Meritxell Carbó

METAMORFOSIS Y DUALIDAD

Por Antonio Sánchez. Director y curador de 1819 art gallery

La presente colección se sumerge en un universo donde el cuerpo y la naturaleza se funden, desdibujando los límites entre la identidad humana y las fuerzas primordiales del entorno. Cada imagen plantea un diálogo con lo simbólico, lo onírico y lo mitológico, configurando un espacio donde la figura humana deja de ser un ente separado para integrarse en una red de significados más amplios. Este enfoque encuentra ecos en las propuestas curatoriales de Carolyn Christov-Bakargiev y Nicholas Bourriaud, quienes han explorado el arte como un campo de interacciones mutables donde los sujetos, los objetos y el paisaje establecen relaciones de interdependencia.

Uno de los ejes fundamentales de esta colección es la fusión del cuerpo con el agua, elemento que ha sido históricamente asociado con el cambio, la memoria y la emoción. La presencia del líquido en estos escenarios no es meramente estética, sino que actúa como un símbolo de transformación, un recurso que se enlaza con la tradición pictórica de artistas como Bill Viola o Francis Bacon, quienes exploraron la maleabilidad de la forma humana a través de distorsiones y efectos fluidos.

La disolución del cuerpo en el agua plantea preguntas sobre la permanencia y la identidad: ¿qué nos define cuando los límites físicos se vuelven inestables? Este cuestionamiento se alinea con las investigaciones de curadores como Okwui Enwezor, quien analizó el cuerpo en crisis dentro de la producción artística contemporánea, explorando su vulnerabilidad y su potencial de reconstrucción.

Otro de los aspectos recurrentes en esta colección es la integración del cuerpo con elementos naturales, estableciendo una relación simbiótica en la que lo humano y lo orgánico dejan de ser entidades separadas. Esta estrategia dialoga con las ideas de Hans Ulrich Obrist, quien ha propuesto que el arte no es solo una representación del mundo, sino un proceso de constante transformación en el que los límites entre lo vivo y lo inerte se desdibujan.

La fusión del cabello con ramas, la transformación del cuerpo en una extensión del paisaje o la aparición de figuras humanoides que emergen de la naturaleza recuerdan los mitos de la metamorfosis en la literatura clásica y el arte. Desde la historia de Dafne en la mitología griega hasta las visiones del Romanticismo alemán, el acto de convertirse en parte de la naturaleza ha sido una metáfora de deseo, pérdida y trascendencia.

La recurrencia de la mirada en esta colección sugiere un interés por la percepción y el autoconocimiento. El ojo, más allá de su función anatómica, se convierte en un portal simbólico que conecta con el subconsciente, evocando la tradición del surrealismo y las exploraciones de André Breton sobre la visión como un acceso a lo desconocido.

La conexión entre el ojo y los elementos naturales sugiere que la percepción no es un acto individual, sino una interacción con el entorno. En esta línea, la colección se enlaza con la curaduría de Lucy Lippard, quien exploró cómo el arte puede desmantelar estructuras de representación establecidas, proponiendo nuevas formas de ver y entender la imagen.

En varias piezas de la colección, la figura humana se enfrenta a la presencia de animales o es representada en una relación de deseo, lucha o simbiosis con ellos. Este motivo remite a las investigaciones de Thelma Golden sobre la representación del cuerpo en el arte contemporáneo, especialmente en relación con la construcción del deseo y la identidad.

La tensión entre la presencia animal y el cuerpo humano no es una simple representación de la naturaleza, sino que implica una carga simbólica que puede ser leída en términos de poder, control y liberación. Esta relación ha sido explorada por artistas como Leonor Fini y Francis Picabia, quienes usaron el vínculo entre lo humano y lo animal como una metáfora de la fuerza instintiva y la pulsión erótica.

Más allá de la transformación y la fusión, la colección también sugiere un tono de melancolía, de figuras en tránsito hacia la desaparición o sumidas en un estado de abandono. Este motivo ha sido recurrente en la historia del arte, desde las figuras evanescentes de Odilon Redon hasta las atmósferas etéreas de Caspar David Friedrich, donde la existencia se disuelve en el entorno.

Este aspecto también encuentra paralelismos con las investigaciones de Hal Foster, quien ha analizado el retorno de la melancolía en la producción visual contemporánea, no como una expresión de derrota, sino como un mecanismo de resistencia ante la aceleración de la modernidad.

Esta colección nos sitúa en el umbral entre lo humano y lo natural, entre lo tangible y lo evanescente. A través de una exploración visual de la disolución, la metamorfosis y la interacción simbólica con el paisaje, las obras nos invitan a repensar los límites de la identidad y la materialidad.

Lejos de ofrecer una narrativa cerrada, estas imágenes funcionan como detonadores de preguntas, abriendo múltiples caminos de interpretación que sitúan al espectador en un espacio de reflexión sobre su propia relación con la imagen, el cuerpo y el entorno. En un mundo donde las fronteras entre lo real y lo imaginado son cada vez más difusas, esta colección nos recuerda que la transformación es el estado natural de la existencia.

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