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Ramírez Mata
RAMÍREZ MATA
@ramirezmataescultor
REFLEJOS DE DIVINIDAD
Por Antonio Sánchez. Curador y director de 1819 Art Gallery.
En el sacro lienzo y la obra esculpida, Luis Fernando Ramírez Mata consagra su maestría técnica a la venerable iconografía de la fe. Sus esculturas, labradas con gran pericia resucitan la precisión anatómica de un Renacimiento que veneraba la carne y el espíritu con igual fervor. Cada músculo esculpido, cada mirada inmortalizada, rememora la búsqueda renacentista por una humanidad perfecta.
El ropaje que fluye sobre sus figuras esculpidas es una sinfonía barroca de sombras y luces, una danza de pliegues que narra la tragedia y el éxtasis de la Pasión. Aquí, la influencia del barroco se revela en un dramatismo tangible; en el drapeado que Bernini alguna vez soñó, tejiendo la inmovilidad en movimiento y la eternidad en un instante.
En sus pinturas, Ramírez Mata doma la oscuridad para esculpir con luz, un claroscuro que no sólo dibuja, sino que también dota a cada composición de una atmósfera tenebrista, potenciando la intensidad teatral de la narrativa sagrada. La luz es profeta en estas obras, anunciando el énfasis en la iconografía y guiando el alma hacia el clímax de la revelación emocional.
Sus lienzos transitan desde el luto de tonos austeros hasta la resurrección en explosiones cromáticas, narrando la pasión de la Semana Santa en un lenguaje que va del dolor a la esperanza. La textura pictórica, en ocasiones casi impasto, confiere a la plana superficie una dimensión escultórica, una geografía de colores que atrapa la luz y proyecta sombras dramáticas.
Las composiciones de Ramírez Mata, sean en la tridimensionalidad de la escultura o en la bidimensionalidad del lienzo, adoran la simetría axial, un equilibrio que es tanto estético como espiritual, anclando las sagradas figuras en una solemnidad que trasciende la temporalidad. La frontalidad de sus santos y mártires, directa y desprovista de artificios, es un puente entre lo divino y lo mortal, un espejo del alma en busca de lo eterno.
La policromía que adorna la piel de sus esculturas es una plegaria en pigmento, un intento de capturar la esencia humana en su más divina expresión, una tradición que evoca la maestría medieval y renacentista.
Esta colección, en su conjunto, se consagra como una meditación sobre la materia como medio hacia la trascendencia espiritual; la técnica y la composición son aquí no solo manifestaciones de estilismo sino también conductos sagrados para la invocación de lo divino, lo santo y lo inmortalmente humano.
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ARTISTAS 1819 - MONTMARTRE
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