CAPITAL REMIX. FÁBULAS NEOLIBERALES Y CULTURAS DEL EXCESO
Por Antonio Sánchez. Director y curador de 1819 art gallery
En la superficie satinada de un billete, en el parpadeo frenético de una pantalla, en la carcajada vacía de un dibujo animado que repite hasta el hartazgo el mismo gesto de triunfo: ahí se inscriben las narrativas que configuran nuestra relación con el poder, el deseo y el fracaso. Capital Remix propone una deriva crítica a través de la estética del exceso, la apropiación pop y la iconografía de la codicia, para señalar cómo el arte contemporáneo puede convertirse en un espejo roto del capitalismo tardío.
Las obras reunidas en esta exposición funcionan como alucinaciones visuales de una economía afectiva hipertrofiada, donde lo infantil, lo lúdico y lo aparentemente inocente se trastocan en mascaradas de dominación, simulacro y fetichismo. Los personajes —McPato, el Sr. Monopoly, Bugs Bunny, Mario, Mickey, Betty Boop— ya no pertenecen a un archivo naïf, sino que operan como máquinas semióticas contaminadas, cuerpos mutantes atravesados por la lógica del branding, la lógica financiera y la lógica del deseo neoliberal. En estas imágenes, la caricatura no es cómica: es trágica, obscena, icónica.
Nos enfrentamos a una narrativa fragmentaria, una curaduría rizomática, donde el relato avanza por saltos, fracturas y loops estéticos. Cada pieza en esta constelación visual actúa como una fábula contemporánea: no moralizante, sino irónica, saturada, contradictoria. Una suerte de pedagogía invertida donde el consumo no es sólo una práctica, sino una forma de subjetividad y una tecnología de control cultural.
Desde el plano curatorial, esta muestra se construye como un dispositivo epistémico, entendiendo la exposición no como una vitrina, sino como una plataforma crítica de enunciación. Aquí se despliega una constelación donde el exceso no es mera decoración, sino método; donde el color fluorescente no es ornamento, sino sintaxis política. Como señala Yuk Hui, el arte en la era de las cosmotécnicas no puede separarse de la infraestructura simbólica que lo produce: códigos, memes, algoritmos, interfaces. En ese sentido, Capital Remix es también una arqueología visual del siglo XXI.
Lejos de operar con nostalgia o humor superficial, las obras aquí reunidas plantean una crítica corrosiva a las formas contemporáneas del poder económico y cultural. Se trata de una sátira hipervisual del capital como espectáculo, de la fama como mercancía, del lujo como forma de violencia simbólica. Como advierte Jean Baudrillard, hemos entrado en una fase de simulacro donde las imágenes no representan, sino que sustituyen la realidad. Estas piezas encarnan justamente esa sustitución: son parodias que no buscan burlarse del sistema, sino exponer su profunda obscenidad.
Hay, en este conjunto, una dimensión corporal y afectiva que desborda el plano visual. El cuerpo aparece tatuado, sexualizado, infantilizado, mercantilizado. Desde la mujer con cuernos pintada sobre cajetillas de cigarro hasta los niños-ángeles con rastas y sneakers, el cuerpo se vuelve campo de inscripción de los deseos, los excesos y las catástrofes simbólicas del capitalismo. La curaduría se vuelve así también una práctica somática, en la que el espectador debe atravesar sensorialmente estas imágenes cargadas de intensidad.
El montaje de la exposición está concebido como una arquitectura crítica, un parque temático invertido donde los templos del dinero (como Wall Street) se mezclan con mansiones doradas, garajes de lujo, clubes de striptease y cielos pixelados. Cada obra es un módulo narrativo que forma parte de un algoritmo curatorial no lineal, una experiencia de desplazamiento visual y emocional.
Como en los bestiarios medievales, pero con emojis, memes y avatares, esta exposición dibuja un mapa de criaturas simbólicas del presente. El Tío Rico convertido en celebridad alcohólica con botellas de Belaire, Bugs Bunny como magnate trapero, Goofy como sicario resignado. El collage no es gratuito: es método de desmontaje y reescritura.
La muestra también establece un diálogo implícito con los imaginarios del hip-hop, el trap, los videojuegos y el street art, no como homenajes, sino como canales de remezcla crítica. Como si el arte se enfrentara, por fin, al archivo iconográfico del capitalismo global con sus mismas armas: saturación, velocidad, reciclaje. Esta es una curaduría que piensa con beats, con loops, con tags.
Inspirados por Okwui Enwezor, entendemos la curaduría como litigio, como archivo disputado de representaciones. Estas obras no piden permiso para ocupar el museo: lo invaden. Lo hackean. Son archivos vivos de una juventud que ha crecido entre el consumo digital, la precariedad económica y la cultura del like.
En tiempos donde la realidad se parece cada vez más a una caricatura distorsionada, estas imágenes no buscan redención, sino un cortocircuito visual. Algo que interrumpa la circulación automática de signos y permita mirar —aunque sea un instante— el reverso simbólico del capital.
Quizá ahí, en ese instante de disonancia, podamos empezar a imaginar otra forma de mirar, de habitar, de narrar lo común.