La obra de Soledad Pontel se distingue por su inmersión profunda en la figuración, enfatizando la expresividad y una exploración meticulosa del simbolismo. La técnica y el estilo de las obras son resonantes con la influencia del Fauvismo y el Expresionismo, manifestados en la audacia de la paleta de colores y una distorsión formal que comunica emociones intensas. Cada pieza insinúa una narrativa que va más allá de la representación literal para ofrecer una interpretación psicológica más profunda de los sujetos plasmados.

El uso de colores intensos y saturados demuestra una capacidad para evocar emociones a través de tonos puros y vibrantes. Forma y color son empleados como medios de comunicación directa con el espectador, trascendiendo la simple reproducción de la realidad. La textura tangible, los trazos visibles y el gesto deliberado del pincel evidencian una técnica que imparte vitalidad y dinamismo a la obra.

La composición revela una maestría en la manipulación de perspectiva y espacio, utilizando la fragmentación del plano pictórico y la descomposición de formas para profundizar en la exploración de la realidad. La presencia del simbolismo surrealista es innegable, con el uso de imágenes oníricas y formas distorsionadas que fomentan un diálogo interno en el espectador, incitando la búsqueda de un significado que trasciende lo aparente.

Un entendimiento más completo de las elecciones estilísticas y cromáticas puede ser enriquecido por textos como «El arte del color» de Johannes Itten y «Psicología del arte» de Lev Vygotsky, proporcionando perspectivas sobre cómo el color y la forma influyen en la psicología del espectador.

La serie establece un diálogo entre lo tradicional y lo contemporáneo, uniendo el reconocimiento de la influencia histórica y la exploración personal del artista. Es un testimonio de la capacidad del arte como medio de expresión emocional y conceptual, subrayando la relevancia del simbolismo y la técnica en la creación de obras que retan y complacen al espectador moderno.