exposición

auschwitz-BIRKENAU

Juan Pedro Revuelta

Obras a la venta

Les ofrecemos la oportunidad de adquirir alguna de las obras que componen la colección Auschwitz – Birkenau de Juan Pedro Revuelta.

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Sobre la obra

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-34 imágenes estructuradas en dos grupos diferenciados:

_Primer grupo compuesto por 14 platinotipias que describen el campo de concentración.

_Segundo grupo compuesto por 20 platinotipias que reflejan las emociones personales que el autor sintió en aquel lugar.

-EDICIÓN
Seriada de 8 colecciones + 3 Pruebas de Autor.

-PROCESO FOTOGRÁFICO
Platinotipia (emulsión de platino y paladio sobre papel de algodón)

-TAMAÑO DE LAS OBRAS
37 cm x 55 cm la mayor – 10,5 cm x 27 cm la menor.

-COMISARIADA POR
Pedro A. Cruz Sánchez ( 1972 )
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Murcia (UMU), y doctorado en Historia del Arte.

El Autor

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JUAN PEDRO REVUELTA

No es la casualidad aquello que ha jalonado hasta ahora la vida de Juan Pedro Revuelta. La imagen se busca y la ha buscado tantas veces que, de pura ascesis en ellas, a veces, la casualidad ha querido postrarse ante su cámara para ser retratada y… allí lo ha encontrado siempre, esperando. Cautivo, sereno, intenso, pertinaz, orfebre, maestro, encantador, arquitecto, pícaro, recoleto, alquimista o cincelador sobre el papel revelado, contando historias que le pertenecen y, siendo suyas, son historias colectivas que modelan estados y modos de mirar desde el lugar que cada cual ocupa…

LA ÚNICA VEZ DE LA AUSENCIA.

El proyecto fotográfico Auschwitz/Birkenau, de Juan Pedro Revuelta, supone la devolución de la memoria visual de la Shoah a la actualidad de la reflexión ética y estética. El comportamiento de Revuelta ante esa “geografía de la muerte” configurada por ambos campos de exterminio polacos no es el de un documentalista, ni mucho menos el de un “coleccionista” de imágenes extremas que se nutre del dolor de los demás. La posición del fotógrafo ante las huellas del drama vivido por millones de judios implica, ante todo, una interrogación sobre el punto de vista que cualquier observador contemporáneo debe adoptar. Se trata, en este caso, de un proceso ético que pasa por encontrar la solución a un problema acuciante: ¿cómo regresar al Holocausto sin ser engullido por el proceso de normalización del que han sido objeto sus imágenes?

El dolor de la Shoah es inexpresable, no cabe en ningún documento visual ni representación. Y, sin embargo, si examina el lugar que las imágenes derivadas de ella ocupa dentro del imaginario visual contemporáneo, la conclusión a la que se llegará es que esta ingente memoria ha sido devorada por la insaciabilidad consumista de la mirada actual. El dolor se ha hecho familiar y ha perdido, en términos generales, su capacidad para educar y propiciar el estremecimiento.

Como consecuencia de esto, la aproximación de Juan Pedro Revuelta al espacio-tiempo congelado de Auschwitz y Birkenau no podía consistir más que en retornar estas imágenes a la condición que les es natural y que nunca debieron de abandonar: la del extrañamiento. El dolor siempre nos ha de resultar extraño, porque, de lo contrario, estaremos contribuyendo a su perversión. De ahí que, en un esfuerzo titánico de responsabilidad, el proyecto fotográfico de Revuelta persiga un retorno al origen del dolor de la Shoah, a ese punto intemporal, fuera de las modas y de los relativismos históricos, en el que la muerte de los otros se vuelve escandalosa y demencial, en el que cada imagen hiere y quema por su contenido desbordante.

A fin de lograr este pliegue de la imagen sobre su propio origen excesivo, Juan Pedro revuelta necesitaba traducir este posicionamiento ético en un equivalente estético. Y, tras un largo proceso de meditación y ensayos, logró dar con una técnica que otorgara a cada imagen el máximo de su presencia: la platinotipia. La principal aportación de este recurso a su empresa ha sido la recuperación de la que –según Roland Barthes- constituye la esencia de la fotografía: la muerte. Según el teórico francés, el modus operandi de la fotografía es el “rescate”, de entre el flujo de lo real, de uno de sus instantes. Paradójicamente, cuando la fotografía “salva” una fracción de la realidad es para detenerla y, por tanto, matarla. Y, desde este supuesto, cada una de las fotografías de Juan Pedro Revuelta parece capturar el momento mismo en que las vidas cercenadas en Auschwitz y Birkenau fueron detenidas, dejadas sobre un abismo. El pelo, los zapatos que, de manera obsesiva, se repiten en sus fotografías no funcionan como huellas de la muerte, como representaciones de la misma; por el contrario, y en una ampliación extenuante y extrema de las posibilidades de lo fotográfico, cada una de esas imágenes incorpora el instante mismo de la detención, de la muerte. Sus fotografías, rebosantes de objetos hasta el horror vacui, conmocionan, sin embargo, porque introducen la presencia de lo menos, de la detención absoluta en la que se convierte cada vida faltante. Revuelta ha llegado allí donde todavía nadie lo ha hecho. Sus fotografías resultan intemporales porque la ausencia de alguien sucede una vez, y nunca más. Y, precisamente, es el momento único e irrepetible de la muerte el que sus imágenes atrapan.

Homenaje a Wilhelm Brasse

Descripción de la obra

La historia de Wilhelm Brasse (1917-2012) constituye uno de los testimonios más estremecedores del campo de exterminio de Auschwitz. La disyuntiva entre la supervivencia y la ética –que tantas veces se reprodujo en este espacio de muerte– adquirió, en su caso, una expresión especialmente dramática. Nacido en la localidad polaca de Zywiec, hablaba alemán y se había formado como fotógrafo. Los nazis le pidieron que se uniera a su causa y, ante su negativa, fue enviado a Auschwitz. Su condición bilingüe le permitió trabajar en las cocinas del Lager, hasta que los regidores del campo le ofrecieron la posibilidad de ser su fotógrafo. A cambio de una vida “más confortable” –ropa, alimentos y aseo–, Brasse se convirtió en el principal documentalista de Auschwitz. Su cámara fue la encargada de registrar las imágenes de las miles de jóvenes judías sometidas a las torturas de los experimentos del doctor Mengele. Después de la liberación, Brasse jamás pudo volver a coger una cámara. Las imágenes de aquellas mujeres judías estaban incrustadas en sus retinas y fue incapaz de realizar una fotografía más.

El presente homenaje que Juan Pedro Revuelta rinde a Wilhelm Brasse ha sido ejecutado mediante la técnica del colodión húmedo, un proceso del siglo XIX cuya primera referencia se remonta a 1850. Para esta pieza, Revuelta ha establecido una “conexión material”, “física”, entre las fotografías de Brasse y las víctimas de Auschwitz: ha utilizado para su realización los componentes básicos que originan el gas Ziklon-B con el que los nazis aniquilaban a los internos –cianuro potásico y ácido. El gas de cianuro de hidrógeno (HCN) se forma cuando el cianuro de potasio (KCN) entra en contacto con el ácido. Durante el proceso de revelado y fijado de las 3 placas, Revuelta ha trabajado con los componentes aislados (KCN y ácido), con el riesgo de que si se hubieran mezclado (cantidades muy pequeñas) hubiera producido HCN (Ziklon B).

El tríptico resultante de este proceso repite un mismo retrato que, en cada nueva reproducción, es “devorado” por las manchas letales del gas Ziklon-B. Juan Pedro Revuelta temporaliza una imagen que fue detenida hace más de siete décadas. Con la mera repetición de una sola fotografía es capaz de componer un breve pero escalofriante relato: aquél que muestra los tres fatídicos pasos que transportan a una persona desde la vida hasta la cámara de gas.

75 Aniversario de la liberación

Descripción de la obra

En el vórtice del horror, siempre habita una sonrisa. Eso parece desprenderse del daguerrotipo confeccionado por Juan Pedro Revuelta a partir de uno de los fotogramas de las tomas rodadas por las tropas soviéticas tras la liberación de Auschwitz. En él, varios niños aparecen mostrando los tatuajes de sus brazos a la cámara. Los dos rostros situados a derecha e izquierda expresan un vacío: el de la infancia robada, sustraída ilógicamente entre las alambradas del campo. Pero, entre esta orografía emocional seca, esteparia, sobresale en el centro de la imagen la sonrisa sincera e insobornable de una niña mientras enseña su brazo izquierdo ante la cámara. Por alguna milagrosa razón, el horror vivido no consiguió apagar el recuerdo de que, ante el objetivo de una cámara, un niño suele sonreír. En su gesto, aflora indemne al automatismo de que una pose siempre implica un motivo de fiesta y de celebración. En aquellos años, las cámaras solo inmortalizaban a las personas en situaciones especiales. Y el recuerdo de los instantes felices ante la cámara venció a la realidad funesta de su brazo marcado. Si Adorno dijo que, después de Auschwitz, la poesía resultaba imposible, el presente daguerrotipo de Juan Pedro Revuelta demuestra que, todavía en Auschwitz, una sonrisa era factible. En un espacio como el de los campos de concentración, en el que el ser humano desaparecía, dejaba de ser mirado y pasaba a engrosar el mundo brutal y sin compasión de lo invisible, el hecho de que una cámara volviera a mirar a esta niña y la restituyera al plano visible de lo humano, conllevó un sentimiento de vida del que brotó inesperadamente una sonrisa.

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